Hace mucho, mucho tiempo, hubo una época en la que los juegos de carreras triunfaban en las máquinas recreativas. Juegos como Sega Rally o Daytona USA causaban fervor en la joventud de aquellos tiempos por su frenetismo, velocidad y llamativos gráficos. Las consolas de sobremesa que habitaban en millones de hogares a mediados de los noventa fueron también testigos de esta oleada con títulos de gran calidad y sello técnico. El género de las carreras de naves futuristas, que es el que hoy nos ocupa, conseguía exprimir al máximo las capacidades técnicas de unas consolas que popularizaron y familiarizaron los gráficos 3D entre la gran multitud. Sagas hoy clásicas como F-Zero o Wipeout demostraron que no hacía falta tener un mueble de recreativa entero en tu cuarto para disfrutar de frenéticos y detallados entornos en 3D que hacían alucinar al mismo MacGyver.
Sin embargo, los tiempos cambian y las modas pasan. La tecnología evoluciona y su fátuo avance hizo que por un motivo u otro el antaño tan adorado género de las carreras de naves quedara olvidado. Viviendo sus últimos coletazos con más pena que gloria hasta mediados o finales de la primera década de los 2000, ya solo Wipeout malvivía con títulos que, si bien no eran malos, tampoco cosecharon las ventas que se esperaría de una longeva saga con tanto reconocimiento. Y así, con el último bastión representativo de toda una era de los videojuegos caído en combate, ya nada parecía quedar de un fenómeno venido a menos y que con el paso del tiempo se convirtió en un mero nicho. ¿Era este acaso el final de nuestro querido género rico en generadores de antigravedad y brillantes chapas de titanio reforzado? Sigue leyendo →